Reseña: Las hijas de la tierra, de Alaitz Leceaga

¡Cuervos días! Bienvenidos a Las Urracas. Y no, no es que vaya a dar la espalda a mis córvidos favoritos, es que así se llama la finca donde se desarrolla ésta maravillosa novela... que me ha encantado por muchas más razones que la presencia de estas aves. Os dejo con la reseña.

"Año 1889, La Rioja. Hay quien dice que una maldición se ciñe sobre los viñedos, secos desde hace años, de la finca Las Urracas. Mientras las grandes bodegas de la región comienzan su edad dorada, Gloria -la joven hija del propietario- languidece en la vieja mansión familiar, viendo aproximarse otro otoño sin cosecha.

Sometida a la autoridad de una tía cruel y un padre ausente, Gloria verá cambiar su vida de un día para otro cuando tenga que ponerse al frente del negocio familiar. Será entonces cuando comience una larga batalla que la enfrentará a los bodegueros y caciques locales, que no conciben tener como rival a una mujer. Y menos a una que pone en duda sus viejos privilegios.

Con la ayuda de sus hermanas, Gloria luchará por recuperar el esplendor de sus viñedos, al tiempo que se adentra en los secretos que esconden las habitaciones cerradas y los campos muertos de Las Urracas. Bajo la sombra de una maldición que solo al final sabremos si es cierta, las mujeres de esta novela lucharán, sin miedo a nada ni a nadie, por el poder que les pertenece."

Ya me maravillé con "El bosque sabe tu nombre", primera novela de Alaitz Leceaga (Reseñada aquí) y sabía que en cuanto llegara ésta, desearía leerla. Lo que no sabía (Cómo saberlo) es que me brindaría un nuevo universo igual de hipnótico, unas mujeres fuertes y valientes dispuestas a cambiar los prejuicios de su época... y sí, un montón de preciosos pájaros negros.
Nos encontramos en pleno siglo XIX asistiendo al nacimiento de las mayores bodegas de La Rioja, entre las que se encuentran los viñedos de Las Urracas. Pero al parecer hay una horrible maldición que impide que algo crezca en esas tierras, y la culpa, dicen, es de las tres hermanas que viven allí, todas pelirrojas como ya lo fueran su abuela y su madre. Porque sí, en los Veltrán-Belasco las malditas son ellas, los hombres nunca tienen culpa de nada. ¡Faltaría más! De hecho, Rafael, el mellizo de Gloria, nunca pierde ocasión de recordarla que ella es la desgracia de la familia, mientras que él es el primogénito y futuro dueño de todo cuanto ve.
Las hermanas pequeñas de Gloria tampoco viven en paz, y es que a ellas siempre las han considerado algo... raras. Teresa no muestra interés por los hombres (Encima de considerarla maldita protestan si no los hace caso...)  y Verónica es una niña de salud muy delicada que vive en su propio mundo, oye voces y siente lo que está a punto de suceder. Las tres, preocupadas por la maldad que parecen atribuirlas, hacen un pacto para jamás engendrar hijos y así acabar para siempre con la maldición familiar. Qué alegría de vida, ¿No? Cuando todos, desde los vecinos hasta la mujer encargada de su educación, insisten en señalarlas como a la razón de todos sus males.

Se me antoja que las personas mezquinas, ahogadas de prejuicios incluso contra sus propios hijos y desprovistas de corazón, no deberían nunca jamás tener poder sobre otras personas. Porque hieren.

Junto a ellas, otros personajes como los hermanos Sarmiento intentarán levantar sus grandes bodegas de San Dionisio. Todo cambia con la llegada de dos hermanos franceses decididos a invertir en Las Urracas, desconocedores de que allí no crece nada desde hace años. Vinicio enseguida fija su atención en la mayor de las hermanas. Quizá Gloria tenga idea de cómo comerciar y relanzar el negocio familiar, pero claro, ¿Quién va a confiar en una mujer? El drama continúa.
Al igual que en su anterior novela, Alaitz Leceaga nos trae una historia donde el entorno y los personajes parecen dotados de una magia especial, donde todo parece posible. Sus mujeres son fuertes, sufridoras, forjadas a base de constantes desprecios y con la capacidad de reinventarse una y otra vez. Los hombres, por el contrario, se presentan llenos de prejuicios y algunos con una maldad que nada podría justificar. El paso del tiempo y las lecciones de la vida conseguirán que algunos pierdan la venda, pero no todos estos personajes se mueven por fines nobles. La maldad existe, se pasea por estas tierras y espera paciente su momento para arrasar con todo.

Aunque logres dejar atrás a todos los demonios que te persiguen, lo que de ellos se ha quedado dentro de ti, te atrapa. Es tu jaula particular.

Y ahora una pequeña curiosidad: "Veltrán" en germánico significa cuervo brillante o hermoso. Belasco, en euskera, también es cuervo. ¿Coincidencia? Un libro lleno de cuervos y urracas donde ambas aves nos traen ese  aura de misterio y oscuridad con el que se las suele relacionar. Igual que la desdicha que parece perseguir a éstas hermanas.
¿Algo malo que decir? Por su extensión en ocasiones tienes la sensación de que sobran detalles, el ritmo se ralentiza y deseas que vuelva la acción. Pero ni esos pequeños parones me han quitado lo mucho que he disfrutado leyendo, o la satisfacción con la que me quedé tras ver cómo acababa. O cuánto he adorado/detestado a sus personajes. Sí, has a las urracas que con sus graznidos me tuvieron con el corazón en un puño.

No podría establecer comparaciones con su otra novela. Aprecio que pertenecen a la misma autora, reconozco su estilo en ambas, pero son dos historias diferentes que han sabido conquistarme con méritos propios. Seguiré apostando por ella, porque sabe tejer universos donde encantada me volvería a perder una y mil veces. 

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