Reseña: Yo Tituba, la bruja de Salem, de Maryse Condé

¡Cuervos días!

Parece que las historias de brujería nunca están del todo lejos, mujeres juzgadas y ajusticiadas por salirse de la norma o ser adelantadas a su tiempo. Y ahí entra Maryse Condé, como siempre, defensora de magníficas narraciones que jamás deben caer en el olvido. Ésta vez le toca a Tituba.

"«Tituba y yo convivimos en la más estrecha intimidad durante un año. En el transcurso de nuestras conversaciones, me contó muchas cosas. Nunca se las había confesado a nadie.» 

Maryse Condé adopta la voz de Tituba, la esclava negra juzgada en los famosos procesos por brujería que tuvieron lugar, en medio de una fiebre de histeria colectiva, en la ciudad de Salem, a finales del siglo XVII. Hija de la esclava Abena, que fue violada por un marinero inglés a bordo de un barco negrero, Tituba fue iniciada en el arte de lo sobrenatural por Man Yaya, una de las curanderas más poderosas de la isla de Barbados. Incapaz de sustraerse a la influencia de los hombres indeseables y de baja moral, Tituba pasa a ser propiedad de un pastor obsesionado con Satán, y acabará recalando en la pequeña comunidad puritana de Salem, en Massachusetts, donde será juzgada y encarcelada, acusada de haber embrujado a las niñas del pueblo. Detenida, abandonada en prisión, Maryse Condé la rehabilita, la arranca del olvido al que había sido condenada y, finalmente, la devuelve a su país natal en la época de los negros cimarrones y de las primeras revueltas de esclavos."

Hace un año leí por primera vez a Maryse Condé. Lo hice con "La deseada", una novela que me conmovió tanto por su historia como por la magnífica forma en que era narrada. ¿Cómo iba a resistirme a su nueva obra?
Tituba no conoce el odio ni el rencor, a pesar de todas las desgracias que carga sobre sus hombros. Huérfana desde niña, esclava de hombres blancos que siempre vieron en ella algo inferior y sin valor. Pero Tituba no estaba del todo sola. Tras perder a su madre conoce a Man Yaya, una sabia anciana que no solo cuida de ella sino que también la instruye en el uso de hierbas y embrujos con los que aturdir los sentidos y conectar con los muertos. Lo que podía ser una bendición, un don en la fabricación de medicina y remedios, pronto se convierte a ojos de los más devotos en una señal del maligno.
Todo cambia cuando llega a la casa de los Parris, obsesionados con el satanismo. ¿Qué iba a pensar una familia tan devota cuando viera que su esclava sabía curar enfermedades o paliar sus efectos? Pronto empiezan las acusaciones de brujería, de arrastrar a las niñas hacia un mundo de oscuridad y posesiones demoniacas. 

Me di cuenta de que, pronunciada por sus labios, la palabra "bruja" sonaba como un insulto. ¿Por qué? ¿Acaso mi capacidad para mantener vivo el lazo con los desaparecidos, para cuidar y curar no era un don superior que más bien debería inspirar admiración y agradecimiento? Por consiguiente, si llamamos "brujas" a quienes poseen ese don, ¿No deberíamos agasajarlas y rendirles pleitesía en lugar de temerlas?

Me ha resultado una historia inspiradora a la vez que atroz. Tituba sufre todo tipo de maltrato y sin embargo nunca pierde la bondad ni las ganas de ayudar, mucho menos su sed de amor. Odia a los hombres por todo el daño que ha sufrido en sus manos, pero es una romántica empedernida. Pese a todo, la narración prevalece y el auténtico protagonismo se lo roban los prejuicios y la maldad con los que nuestra protagonista es sentenciada a lo largo de la novela.
Está narrada en primera persona, con diálogos, de tal modo que pese a relatar una historia real podemos sumergirnos en una ficción novelada. Todos hemos oído hablar de los juicios de Salem y los personajes que aparecen en éste libro son tan reales como ellos, desde Tituba a Sarah Osborne o el reverendo Samuel Parris. Por poneros en contexto se mantuvo prisioneras a más de cincuenta mujeres condenadas por actos de brujería, y constan al menos diecinueve ahorcamientos. Todo fruto de una histeria colectiva en la que poco valían los alegatos de inocencia.

La muerte es una puerta que nadie puede cerrar con llave. A todos nos llega la hora y el día de atravesarla. Sabes de sobra que tan solo podemos dejarla entornada para que así nuestros seres queridos puedan ver a los suyos.

Una protagonista dulce y valiente que nos arrastra por una historia adictiva y a la vez cruel, pero sin recrearse demasiado en el tormento de quienes la sufrieron. Por mi parte, otra novela muy recomendable de una autora que ya tengo marcada entre mis favoritas.