Reseña: Dos en una torre, de Thomas Hardy

¡Cuevos días!
De entre todos los autores clásicos, Thomas Hardy siempre me ha fascinado por su profunda manera de ver el mundo, pese a su habitual tono pesimista. Si a la magia de reencontrarme con él le añadimos un poco de astronomía... ¿A quién no se le hace la boca agua?

"Lady Constantine se aburre en su finca del suroeste de Inglaterra por la ausencia de su marido, hasta que un día, en una torre de la heredad, conoce a Swithin St Cleeve, diez años más joven que ella, de posición social inferior, muy atractivo y estudiante de astronomía. Esa torre se convertirá en el centro de su romance secreto, pero enseguida el mundo exterior empezará a interponerse entre ellos. " Dos en una torre " es una arrebatadora novela de Thomas Hardy en la que las constantes de su obra (la estrechez moral de la sociedad, la desigualdad entre los sexos, la rebeldía femenina y su derecho a elegir) vuelven a estar presentes y la inmensidad del universo que Swithin recorre con su telescopio contrasta con la pequeñez y mezquindad de la vida en la tierra."

Viviette hizo una promesa a su marido antes de que éste partiera hacia África; puesto que era un hombre celoso y desconfiado, prometió esperarlo y que no habría ningún otro en su vida. En aquella época, una promesa así se volvía inquebrantable... y más para una mujer, que se debía por completo a su marido. Pero Blount Constantine no regresa y comienzan a circular trágicos rumores sobre un destino fatal para él.... y mientras tanto, Viviette Constantine vive en la más absoluta soledad sintiéndose culpable de su deseo por salir de aquel cascarón, relacionarse con el mundo y disfrutar de su propia existencia.
Es entonces cuando repara en la llamada "Aguja de Rings-Hill", una alta torre de su propiedad que consideraba abandonada. Se equivoca; allí hay un chico que acude cada noche con su telescopio a estudiar las estrellas: Swithin St Cleeve. Es joven, ambicioso, muy inteligente... y sí, también atractivo. Todas estas cualidades impactan en Viviette con una fuerza incuestionable. Tanto, que a partir de ese momento ella misma comienza a cultivar un interés por la astronomía y le ayuda en todo cuanto pueda necesitar para sus estudios, convencida de que lo hace de un modo altruista y para encontrar algo en lo que estar entretenida. 
Swithin quiere ser astrónomo real, y el cielo parece su única pasión. Pero con el paso de los días Viviette comprende, aterrada, que se está enamorando de un joven que pasa más tiempo con la mirada en el firmamento que sobre cualquier criatura terrestre. ¡Y tampoco debería enamorarse! Estaría condenada. La sociedad la repudiaría. No sólo debe guardar luto, también es una mujer de cierta posición social y sobretodo bastante mayor que el chico.

Él le preguntó por la cantidad de estrellas que creía que eran visibles en ese momento. [...] - Ah, pues miles... cientos de miles -dijo en tono ausente. -No. Sólo hay unas tres mil. ¿Y cuántas cree que podemos ver con la ayuda de un telescopio potente? - No me atrevo a dar una cifra. -Veinte millones. De manera que, para lo que fuesen hechas las estrellas, desde luego no fue para alegrarnos la vista. Pasa lo mismo con todo lo demás: Nada se hizo para el hombre.

El resto de personajes ayudan a crear la tensión necesaria en su historia: La abuela de Swithin, que ve cómo sus días se agotan en soledad, Tabitha Lark, una pueblerina de reconocida belleza y en la que Viviette ve a una posible rival... y el Obispo de Melchester, encandilado por esa viuda y solitaria mujer que, en secreto, ya ha entregado su corazón a otro hombre.
Como imaginaréis, y más si ya habéis leído algo de este autor, las cosas no van a ser fáciles ni bucólicas. El amor pasional es el más difícil de eludir y en el caso de Hardy, es sólo un telón con el que dar paso a todas esas críticas que tanto le gustan. La sociedad, su mezquindad, la osadía con la que invaden la privacidad de los demás, el juicio moral, la falta de independencia de la mujer, el poder de unas clases por encima de otras... y resulta maravilloso porque no importa cuántos años hayan pasado, todas esas críticas son igual de válidas hoy en día. Ya en su momento reivindicaba los derechos de la mujer, con tanto acierto y discreción que resulta ofensivo pensar que alguien no comprendiera cuántas imposiciones injustas debían aguantar.
No son novelas fáciles por su carácter pesimista, por narrar una realidad cruda e injusta que no es fácil de digerir. Sin embargo, la sensibilidad de Hardy siempre es una delicia. Es un autor que además estuvo influenciado en gran medida por la obra de William Shakespeare, y en ésta novela en concreto es fácil apreciar similitudes y hasta citas a sus obras. Ambos, a menudo tachados de escandalosos, tenían una visión muy peculiar del mundo.
Aunque no sea una de sus obras más reconocidas, lleva el inconfundible sello de su autor y se lee del tirón. Una vez más, Thomas Hardy desafía toda norma social para llevar a sus personajes más allá de lo lícito, marcándose el cielo como límite.